Matar al mensajero
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Rafael Mies
El ex presidente Piñera realizó su primera aparición pública en Chile el pasado jueves 21. Lo hizo en un seminario del ESE, la escuela de negocios de la Universidad de los Andes.
Las afirmaciones más importantes que hizo fueron tres: El país necesita menos descalificación y más unidad para enfrentar los desafíos del futuro.
El costo económico derivado de la caída en la inversión y las malas expectativas que generan las medidas propuestas por el Gobierno, representarán al menos una caída del 2% del PIB. Esto en términos de recaudación es mucho más que todo lo que la reforma tributaria, en su mejor escenario, logrará percibir.
Que al Gobierno actual le faltan metas concretas, que no basta con decir “vamos a mejorar la salud” o vamos a incentivar el crecimiento. Además es necesario decir cuánto, en qué tiempo y dar al menos algunas nociones del cómo.
Hizo otras declaraciones en el mismo tenor, pero fueron estas tres las que no hicieron esperar la reacción del Gobierno.
En un tono más que irónico, tanto el ministro del Interior como otros personeros del oficialismo acusaron a Piñera de: Querer adelantar su campaña presidencial.
Haber prácticamente destruido la institucionalidad chilena.
Haber dejado la economía tan a la baja, que es esta la principal causa de la falta de dinamismo que hoy observamos.
A simple vista, estas respuestas no tienen nada que ver con las críticas que el ex presidente plantea. Se trata de un viejo sofisma de ataque “ad hominem” más que al argumento planteado.
Sin embargo, más allá de este casi “pugilato”, el gran problema es que se ha trasladado el tema central, que es cómo dar un mayor dinamismo a la economía, una discusión “ociosa” para la mayoría de la ciudadanía.
Matar al mensajero, sea este Piñera o cualquier representante de la oposición, nunca ha sido una buena medida, sólo acrecienta al adversario y siembra un manto de duda aún más fuerte en el oficialismo; además de darle una nueva causa de unidad a la, hasta ahora, alicaída oposición.
Prefiero quedarme con las palabras del ex ministro Enrique Correa, expresadas durante el mismo seminario, quien agregó dos cosas esenciales a este debate. En primer lugar que “las empresas son un punto clave de un país moderno y democrático y forman parte de su funcionamiento básico. De este modo, atacar la empresa privada es atacar la esencia misma del desarrollo y bienestar de la nación”. Y, por otra parte, que ya la empresa y el Estado están enfrentados con dureza a una sociedad más compleja, que los cuestiona permanentemente, como para que además sus propios actores se enjuicien públicamente.
Termina Enrique Correa con esta antigua frase atribuida a Julio César: “Si quieres la paz, busca los cambios y si quieres los cambios busca los acuerdos”. Ahora bien, los grandes acuerdos implican humildad y generosidad, dos virtudes que se echan mucho en falta en la arena política del Chile actual.